Trama rusa del procés

Trama rusa del procés 

La guerra de Ucrania ha vuelto a poner el foco sobre las supuestas conexiones entre el independentismo catalán y el Estado ruso. Este artículo aborda unas investigaciones periodísticas y judiciales que, además de erosionar la figura de Puigdemont, podrían tener efectos negativos en la internacionalización del procés.

El 3 de septiembre de 2021 The NewYork Times (NYT) publicó un extenso reportaje de dos páginas, firmado en Barcelona por Michael Schwirtz y José Bautista, que revelaba las reuniones de Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Carles Puigdemont, con funcionarios rusos en activo, ex oficiales de inteligencia y el nieto de un famoso espía del KGB. Los encuentros se realizaron a través de Alexander Dmitrenko, un empresario ruso afincado en Barcelona a quien el Ministerio de Justicia español  le denegó la nacionalidad por su presunta vinculación con los servicios de inteligencia rusos. Según el diario neoyorkino, el objetivo era asegurar la ayuda de Rusia a la independencia de Catalunya.

Josep Lluís Alay Rodríguez (1966) es profesor de Historia Contemporánea del Tíbet y Mongolia en la Universidad de Barcelona. En junio de 2018 Quim Torra le nombró coordinador de Políticas Internacionales de la Presidencia del Govern, cargo que ocupó hasta el 15 de julio del 2018. Ese mismo día fue nombrado responsable de la oficina de Puigdemont. Alay se encontraba en compañía del President cuando fue detenido en Alemania en 2018. Días después, fue retenido durante unas horas por la Guardia Civil para tomarle declaración. Por ello, fue procesado por el presunto delito de encubrimiento, sin medidas cautelares. El caso, archivado provisionalmente, fue reabierto en 2019 por la Sala Penal de la Audiencia Nacional.

El reportaje del NYT provocó un gran revuelo. Puigdemont reaccionó inmediatamente a través de un comunicado donde desmentía estas informaciones, basadas en los atestados de la Guardia Civil, llenas de “falsedades, incongruencias e intoxicaciones”, y amenazó con interponer querellas no contra el medio, sino contra “España y otros Estados”. Uno de los autores del reportaje, Schwirtz, le replicó, a través de Twitter, afirmando que habían dedicado a su preparación dos años de investigación: “Dos años persiguiendo pistas para esta historia, yendo y viniendo entre Barcelona y Madrid, consumiendo cientos de cafés y una no pequeña cantidad de Rioja”.

TV3 salió en tromba en defensa de Puigdemont. Alay protagonizó un carrusel de comparecencias en los medios de comunicación indepes –empezando por TV3– para negar las informaciones sosteniendo que cualquier sugerencia sobre la petición de ayuda, por parte del Govern de la Generalitat, a Rusia era “una historia de fantasía creada por Madrid”, aunque reconoció que en estas reuniones se habló sobre la independencia de Catalunya. La “policía patriótica” del comisario Villarejo, una de cuyas funciones era crear fake news para desacreditar a los líderes independentistas, sirvió de clave de bóveda de su argumentación defensiva. En el Parlament de Catalunya, las peticiones de creación de una comisión de investigación, reclamadas por Cs y PSC, cayeron en saco roto, rechazadas por la mayoría absoluta independista en la mesa de la Cámara.

La guerra en Ucrania ha vuelto a poner el foco sobre estas oscuras relaciones. El pasado 9 de marzo el Parlamento Europeo aprobó por amplia mayoría (552 a favor, 81 en contra y 60 abstenciones) una resolución que insta a imponer un sistema de sanciones contra las “injerencias extranjeras y la manipulación informativa” que sirvió de justificación para prohibir los medios de comunicación rusos Russia Today y Sputnik, los cuales, dicho sea de paso, se habían mostrado condescendientes con el independentismo catalán. Asimismo, se señala la necesidad de investigar “los contactos estrechos y regulares entre funcionarios rusos y representantes de un grupo de secesionistas catalanes en España” como parte de la estrategia para “desestabilizar” la Unión Europea. El día antes, una diputada irlandesa intentó sin éxito la retirada de la mención a Catalunya.

La operación Volhov

El juzgado nº1 de Barcelona, cuyo titular es Joaquín Aguirre, ordenó el 28 de octubre de 2020 a la Guarda Civil, en funciones de policía judicial, una treintena de registros y veintiuna detenciones, en la denominada operación Volhov. Entre ellas, los considerados estrategas del Estado Mayor del procés: David Madí, Xavier Vendrell y Oriol Soler.

David Madí (1971) es nieto del empresario Joan Baptista Cendrós, fundador de Òmnium Cultural y conocido en los círculos catalanistas como Mr. Floïd por el éxito comercial de su loción para después del afeitado. Su nieto, formado en los selectivos ambientes de la alta burguesía barcelonesa, se inició en la vida pública en la Crida a la Solidaritat, donde participó en la campaña Freedom for Catalonia en los JJ.OO. de Barcelona 92. Ingresó en CDC en 1993, iniciando una carrera meteórica en la que asumió distintos cargos de alta responsabilidad de la Generalitat, siendo la mano derecha de Artur Mas.

Xavier Vendrell (1966) procede del sector de Terra Lliure que ingresó en ERC bajo los auspicios de Àngel Colom tras la disolución del grupo armado en 1991. Fue diputado y Conseller de Governació en el tripartito de Pasqual Maragall, reconvirtiéndose luego en hombre de negocios en el sector privado.

Oriol Soler (1969), empresario del sector de la comunicación (fue presidente, consejero delegado y editor del diario Ara), formó parte del reducido grupo que diseñó la estrategia política y la campaña mediática del 1-O.

A los tres se les imputaron presuntos delitos de malversación “sistemática y continuada” de fondos públicos de la Generalitat, prevaricación, tráfico de influencias, blanqueo de dinero y desórdenes públicos por su eventual conexión con Tsunami Democràtic, la plataforma social que ocupó el Aeropuerto de Barcelona como protesta a la sentencia del procés.

La macrocausa, cuyas investigaciones se iniciaron en 2016, se dividió en ocho piezas separadas, una de ellas secreta, con el objetivo de esclarecer las subvenciones percibidas por diversas empresas o entidades de la órbita soberanista. Esta investigación surge de otra, abierta en 2016, sobre el presunto desvío de fondos de subvenciones públicas, algunas de cuando CiU presidió la Diputación de Barcelona. En dos audios del móvil de Víctor Terradellas (presidente de la Fundació CATmón que fue responsable de relaciones internacionales de CDC), se obtienen conversaciones con Madí y Vendrell en las que se habla de un sistema de financiación a través de criptomonedas y una supuesta oferta de Rusia (no oficial y que este país niega) para ayudarlos a lograr la separación del Estado español.

Según la Guardia Civil, la citada operación es la tercera fase de la operación Volhov con 50 personas imputadas. Otro de los principales implicados es el mencionado Víctor Terradellas, quien antes de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) envió un mensaje a Puigdemont donde le informaba de la llegada a Barcelona de un emisario del presidente ruso Vladimir Putin. Terradellas se reunió en Rusia con un exdiputado oficialista, a quien ofreció apoyar la anexión de Crimea a cambio de reconocer la independencia de Catalunya. En un auto de finales del 2019, el juez sostuvo que los fondos públicos percibidos por CATmón a través de subvenciones irregulares podrían haberse destinado a “viajes y entrevistas” para impulsar la independencia de Catalunya. Por tanto, ajenas al ámbito de la fundación y “a la finalidad para la cual se destinaron” las subvenciones. La Guardia Civil, con conocimiento del juez, amplió las pesquisas para aclarar si en algún momento se desviaron fondos públicos para financiar actos de Puigdemont en Bélgica o para la organización de Tsunami Democràtic.

Las grabaciones de los teléfonos intervenidos –filtradas a los medios– proporcionan un viaje a la trastienda del procés. De hecho, estas conversaciones son una parte esencial del sumario. En ellas, Madí y Vendrell se despachan a gusto. En una de estas conversaciones entre Terradellas, Madí y Vendrell, se dice Rusia habría prometido enviar 10.000 soldados para defender la independencia y pagar la deuda catalana.

Que la operación se denominara Volhov generó cierta polémica, pues desde los medios independentistas se la relacionó con la batalla del mismo nombre librada por la División Azul franquista contra el Ejército Rojo. Por su parte, Jaume Asens, portavoz de los Comunes en el Congreso de los Diputados, se sumó a esas críticas al considerar “impropio” el nombre elegido. Según manifestaron fuentes no oficiales de la Guardia Civil, se trata de un malentendido. Se la denominó Volhov, en alusión al dios eslavo de la tierra, las aguas, los bosques y la fertilidad.

En una primera reacción, la embajada rusa emitió un tweet ironizando sobre el hecho de que la investigación judicial estaba incompleta pues no mencionaba a los 10.000 soldados rusos que habían de desplazarse a Catalunya. Maria Zarajova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, afirmó que las acusaciones de injerencias en Catalunya “exceden el absurdo” y las ubicó en la propaganda antirusa que prolifera en Occidente.

El 21 de septiembre de 2021, la agencia Europa Press difundió la noticia de que el juez del caso Volhov estaba investigando una operación de compraventa de gas licuado ruso a una empresa china, supuestamente destinada a financiar el referéndum del 1-O a partir de la intermediación de Alay. En principio, la Fiscalía no vio indicios de delito en este asunto y solicitó archivar la causa, lo que fue desestimado por el juez, que ordenó proseguir la investigación. Por otro lado, el 11 noviembre 2021, la Fiscalía de Barcelona solicitó una pena de tres años de cárcel a Alay por malversación de caudales públicos y prevaricación administrativa por cargar a cuenta de la Conselleria de Presidencia un viaje como observador al referéndum de Nueva Caledonia.

Encuentros en Moscú

Volviendo al New York Times. En el reportaje se explica que Alay viajó a Rusia en la primavera de 2019 para buscar “un salvavidas político” tras el fracaso de la vía unilateral después del referéndum de independencia del 1-O. La pieza cita como fuentes un informe de 10 páginas de los servicios de inteligencia europeos y la transcripción de unas 700 páginas de mensajes de texto extraídas de las investigaciones judiciales. Tanto Alay como Puigdemont confirmaron al diario norteamericano estos viajes a Moscú, pero insistieron en que formaban parte de contactos regulares con funcionarios y periodistas extranjeros.

En un artículo de investigación, publicado el 14 de marzo de 2022 por El Periódico y firmado por J.G. Albalat, su especialista en tribunales, se revelaron los detalles de estos contactos. Según el rotativo barcelonés, en marzo de 2019 Alay viajó a Moscú acompañado por Dmitrenko, quien le presentó a Artyom Lukoyanov (un buen contacto para acceder a los círculos de poder del Kremlin, ya que había sido hijo adoptivo de Vlasilav Surkov, un alto cargo del Servicio Federal de Protección Rusa apodado el cardenal gris) y a su subordinado Sergei Sumin. Oficialmente, Alay iba a impartir una conferencia en la Universidad Estatal de Humanidades sobre el Tíbet y Asia Interior.

Meses después, en junio de 2019, Alay regresó a Moscú, también acompañado por Dmitrenko, para participar en un debate sobre relaciones internacionales en la MGIMO University. En este foro conoció al matrimonio formado por Andrei Brezrukov y Elena Vavilova, arrestados por espías en Estados Unidos, que fueron canjeados por la agente secreta Ana Chapman en 2008. En esta segunda visita se reunió con Evgeny Primakov, ex miembro del Comité de Asuntos Internacionales de la Duma y nieto del primer ministro ruso Yevgueni Primakov, y con otros altos funcionarios rusos.

En febrero de 2020, Alay regresó a Moscú para reunirse nuevamente con Primakov y con el matrimonio de exespías con el propósito de conversar sobre la traducción del libro de Vavilova: Alay tradujo al catalán el libro, titulado El secret de la clandestina, publicado en 2021. Además, en sus viajes a la capital rusa, Alay se reunió con los periodistas Edvard Chesnokov y Anastasia Popova, que previamente habían entrevistado a Puigdemont.

Estas visitas fueron devueltas, por así decir, en octubre de 2020, cuando Lukoyanov y Sumin se desplazaron a Barcelona donde presenciaron los disturbios tras la sentencia del procés. El día 17 comieron con Alay y Dmitrenko en el restaurante Haddock de la capital condal.

El rotativo neoyorkino enmarca estos contactos en la estrategia rusa de desestabilización de los países europeos, especialmente mediante partidos de extrema derecha antieuropeista o movimientos secesionistas como el catalán. Hay que tener en cuenta que los medios de comunicación estatales rusos –ahora censurados en la UE– cubrieron ampliamente las movilizaciones del proceso independentista.

Borrell, Puigdemont y Yanukovich

La elección de Josep Borrell, el 1 de diciembre de 2019, como alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad fue muy mal recibida en medios independentistas. En efecto, no podía dejar de interpretarse como un apoyo indirecto al gobierno español por parte de los demás miembros de la UE. Justamente, Borrell, en calidad de ministro de Asuntos Exteriores de Pedro Sánchez (junio 2018-septiembre 2019), se encargó de gestionar las derivaciones internacionales del post-procés.

Borrell, como antes lo fue Jordi Solé Tura, es una bestia negra de los nacionalistas catalanes. Ambos comparten un perfil semejante como catalanohablantes que habían sido ministros en gobiernos del PSOE. Sus críticas al nacionalismo catalán desde la izquierda fueron objeto de muchos odios, pues desbarataban uno de los ejes de la propaganda independentista que asimila España con el nacionalismo español reaccionario y franquista. Además, Borrell se había significado contra la secesión catalana con su activa presencia en los actos convocados por Societat Civil Catalana cuando el procés estaba en su momento álgido. Esos actos fueron dos manifestaciones que operaron como la respuesta a las Diadas de la ANC y que tuvieron un notable impacto en los corresponsales de prensa extranjera al cuestionar el relato oficial del ejecutivo catalán y mostrar que una gran parte de la ciudadanía era contraria a la separación.

El último episodio de esa interminable batalla entre Borrell y el nacionalismo catalán no por esperpéntico deja de ser menos significativo. En plena guerra de Ucrania se han multiplicado las declaraciones atlantistas de Borrell, en la línea del también socialista y exsecretario general de la OTAN Javier Solana. Sin embargo, una de ellas desató la indignación de los medios independentistas: Borrell afirmó que, mientras el presidente ucraniano Zelenski se quedaba defendiendo al país, otros huían en coche. Puigdemont se dio por aludido y lanzó un tweet denunciando la bajeza política y moral de Borrell al aprovechar la tragedia ucraniana para ajustarle las cuentas. Un argumento que fue seguido inmediatamente por casi todos los medios indepes. El alto representante de la UE replicó que no se refería a él sino a Viktor Yanukovich, presidente ucraniano derrocado en el Euromaidán (2014) que huyó en coche a Rusia. Desde su Olimpo europeo, no pudo dejar comparar su protagonismo mundial con el ridículo papel de Puigdemont en Bruselas.

Oriol Junqueras, exvicepresidente de la Generalitat, no quiso dejar pasarla ocasión para marcar su posición. En una rueda de prensa conjunta con Arnaldo Otegui, coordinador general de EH Bildu, celebrada el pasado 25 de febrero en la sede de ERC en Barcelona, afirmó que “Ucrania estaría encantada de sentarse en una mesa de negociación, pero si no se produce es porque hay una agresión exterior por parte de un Estado que quiere imponerse y que está condicionado por sus tentaciones totalitarias internas. Pues en nuestro caso, tres cuartos de lo mismo”.

La comparación entre el Reino de España y la Federación Rusa provocó una avalancha de críticas desde las filas del constitucionalismo. Las palabras de Junqueras, que defendió en todo momento su apuesta por la mesa de diálogo, traslucían el sobreentendido que Rusia es igual España y Ucrania igual a Catalunya, ejemplos de la resistencia de los pequeños pueblos frente a los grandes Estados imperiales.

Gabriel Rufián y James Bond

Acaso para aclarar los malentendidos provocados por las palabras de Junqueras, Gabriel Rufián respondió en rueda de prensa a las preguntas de un conocido periodista de simpatías ultraderechistas sobre las conexiones moscovitas. En su inefable estilo, y en clara alusión a Alay y Puigdemont, Rufián afirmó que “nunca ha representado nuestra línea de política internacional reunirnos con sátrapas, nunca, y le puedo asegurar que el Conseller de Exterior que acabó en la cárcel, Raül Romeva, lo pudo hacer y no lo hizo nunca. Lo hicieron ellos porque eran señoritos pensándose que eran James Bond”.

Estas duras reconvenciones cayeron como una bomba en Waterloo. Desde Junts-x-Cat y medios afines se acusó a Rufián de comprar el relato y las falsas imputaciones de las cloacas del Estado. Se le exigió una inmediata rectificación y petición de disculpas por unos ataques impropios entre socios de gobierno. Rufián –arropado por la dirección de su partido– únicamente se avino a excusarse por las formas, pero no sobre el fondo de las acusaciones.

Los exabruptos de Rufián, la gran apuesta de ERC para penetrar en los medios castellanohablantes del área metropolitana de Barcelona (ampliar la base), no solo se explican por la indignación provocada por el impacto negativo de unas revelaciones que podían dar al traste con años de paciente trabajo en defensa de la independencia de Catalunya en los foros internacionales. También por razones de orden interno.

En efecto, Rufián vehicula el profundo malestar de ERC contra la figura de Puigdemont, que sería visto como el principal obstáculo para que ERC aposente su hegemonía en el movimiento independentista y supere el actual empate técnico.Junts-x-Cat resulta una heterogénea agrupación de fuerzas sobre las cuales Puigdemont ejerce un poder omnímodo y cuya argamasa es su liderazgo napoleónico.

La presidencia de la Generalitat de Catalunya está cargada de connotaciones simbólicas desde el trágico destino de Lluís Companys. Jordi Pujol imprimió un carácter netamente presidencialista al cargo, a la francesa, que ya le venía de su predecesor en el exilio Josep Tarradellas. Tras Pujol, el sancta sanctórum de la presidencia de la Generalitat estuvo ocupado –con las excepciones de las presidencias socialistas de Pasqual Maragall y José Montilla– por distintos avatares de CDC: Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra, los dos primeros en los momentos álgidos de procés. En su discurso de investidura, Torra se consideró un presidente vicario, pues solo reconocía a Puigdemont como legítimo President de Catalunya. Éste, desde Bélgica y en su condición de eurodiputado, pugna por mantener ese capital simbólico presidencial y ejercer de verdadero líder del movimiento independentista a la manera de Francesc Macià. Para ello constituyó el Consell per la República, una suerte de gobierno en el exilio. ERC y CUP se negaron a participar en el Consell per la República al considerarlo un instrumento partidista a favor de Junts-x-Cat, así como el marco de sumisión al liderazgo de Puigdemont.

La investidura de Aragonès cuestionó esa doble legitimidad.

A diferencia de Torra, Aragonès dejó bien claro, ya desde el principio, que la legítima representación política de Catalunya radica en Barcelona y no en Waterloo. Asimismo, las supuestas conexiones moscovitas erosionan la figura de Puigdemont, especialmente su papel como embajador exterior del procés, lo cual favorece a ERC en su interminable pugna por el control del movimiento independentista, en la medida que debilita a su principal rival. En otro orden de cosas, estas revelaciones, complican su situación procesal a la espera del fallo del Tribunal Superior de Justicia Europea de las cuestiones prejudiciales planteadas por el juez Llarena sobre las euroórdenes de extradición que también pesan sobre los eurodiputados Clara Ponsatí y Toni Comín.

Junts-x-Cat también es un avispero de luchas intestinas difíciles de seguir. La eventual caída de Lauras Borràs, si finalmente resulta inhabilitada por sus presuntos delitos de corrupción, constituiría un duro golpe para Puigdemont al perder la pieza maestra de la institución que Borràs preside: el Parlament. En sentido contrario, la renuncia a la reelección de Jordi Sánchez a la secretaria general de Junts-x-Cat supone una victoria para el sector de Puigdemont. Finalmente, diversas informaciones periodistas apuntan a Jaume Giró, actual conseller de Economía, procedente de la dirección de CaixaBank, como sucesor de Borràs al frente de Junts-x-Cat. Un perfil que se aviene mejor con el gen convergente de la formación y que dificultaría la operación de reagrupamiento del catalanismo conservador en torno a Centrem, la reciente escisión del PDeCat.

Cuestiones de autodeterminación

La cuestión ucraniana plantea al independentismo catalán una serie de cuestiones respecto al ejercicio del derecho a la autodeterminación de las naciones. En la guerra de Ucrania Junts-x-Cat y ERC se han alineado sin fisuras con el bloque atlantista y con el gobierno español; aunque en el caso de Junts bajo la sospecha de sus tratos moscovitas. La situación generada por la guerra sirvió de justificación al President Aragonès para acudir a la conferencia de presidentes, a la que el gobierno catalán no asistía desde hacía una década.

No es la primera vez que el nacionalismo catalán ha buscado apoyos internacionales para su causa. Durante las negociaciones del Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, el dirigente de la Lliga Regionalista Francesc Cambó impulsó una campaña para lograr que Catalunya se acogiese al principio de autodeterminación de los pueblos expuesto en los Catorce Puntos del presidente Wilson. Juan Eslava Galán explica en su libro La Primera Guerra Mundial contada para escépticos (2014), que el conde de Romanones viajó a París en diciembre de 1918 para frenar los planes de Cambó. En la capital francesa se entrevistó con Clemenceau y Wilson, quienes le aseguraron que la constitución de los nuevos Estados nacionales solo afectaría al centro y este de Europa.

En las primeras décadas del siglo XX el nacionalismo republicano y católico irlandés ejerció una gran atracción sobre el incipiente movimiento separatista catalán, como en el caso del teniente coronel Francesc Macià, fundador de Estat Català en 1922, el primer partido separatista catalán. Como documentan los historiadores Enric Ucelay-Da Cal y Joan Esculies en su libro Macià al país delssoviets(1984,reeditado en 2015), Macià viajó a Moscú en otoño de 1925 donde se reunió con Grigori Zinóviev y Nikolái Bujarín para pedir armas y dinero para una insurrección independentista contra la dictadura de Primo de Rivera, pero que solo consiguió una declaración genérica de apoyo a la autodeterminación de Catalunya.

En la década de los 90, la implosión de la Unión Soviética y la proliferación de nuevos Estados soberanos en el Este europeo volvió a plantear la cuestión del derecho de autodeterminación. Desde entonces, el Parlament de Catalunya ha aprobado diversas mociones sin efectos jurídicos, siendo la primera en diciembre de 1989, en la que se afirmaba que Catalunya co-mo nación no renunciaba a ejercer este derecho inalienable. Jordi Pujol, entonces President de la Generalitat, expresó gráficamente la posición del nacionalismo conservador catalán al argumentar que Catalunya, una nación al igual que Lituania, tenía derecho a la autodeterminación; pero, mientras que Lituania lo ejercía como Estado independiente, Catalunya lo hacía, de momento, en el marco del Estado de las Autonomías español.

Desde el punto de vista del movimiento nacionalista catalán, la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) del 2010 sobre el Estatut de 2006 rompió ese consenso constituyente y estatutario. De hecho, Catalunya se convertía en la primera y la única comunidad autónoma donde no regía un Estatuto de Autonomía aprobado en referéndum por la ciudadanía, sino el reformado o recortado por el TC. Así pues, la ruptura del pacto estatutario por parte española finiquitaba la vía autonomista y dejaba expedito el camino para que la nación ejerciese su derecho inalienable de autodeterminación para así convertirse en un “nuevo Estado de Europa”.

Entonces los referentes fueron Gran Bretaña y Canadá, donde se habían celebrado sendos referéndums de autodeterminación en Escocia y Quebec, aunque con notables diferencias. Mientras el independentismo quebequés experimentaba sus horas bajas, el pujante movimiento nacionalista escocés, unificado en el Scottish National Party (SNP), había arrancado del premier conservador David Cameron la celebración de una consulta vinculante sobre la independencia del país. Elreferéndum en Escocia, celebrado el 18 de septiembre de 2014 con una derrota de la opción secesionista, marcó la elección de la consulta participativa del 9 de noviembre del mismo año en Catalunya, impulsada por Artur Mas.

Tras el fracaso de la DUI en 2017, se buscaron otros referentes en los Balcanes como Kosovo o Eslovenia, este último reivindicado por Quim Torra, donde se apuntaba que para acceder a la independencia quizá se había de derramar sangre, como recientemente lo ha vuelto a sugerir Clara Ponsatí.

Ante la guerra de Ucrania, los mal avenidos socios de gobierno de Junts-x-Cat y ERC defienden la posición atlantista y la integridad territorial, según la identificación mencionada de Junqueras entre Rusia y Ucrania. Por su parte, la CUP proclama el derecho a la autodeterminación de las dos repúblicas del Donbass. Aunque en este caso la separación, como en Crimea, sería un paso previo a su incorporación a Rusia, lo cual guarda cierta relación con el movimiento de Tabarnia, que reclamaba –medio en broma, medio en serio– el derecho de autodeterminación de las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, contrarias a la secesión.

En resumidas cuentas, los indicios disponibles indican que los líderes del procés iban muy en serio y estaban dispuestos a pactar con el diablo (léase Putin) para conseguir sus objetivos. Unas acusaciones que, de demostrarse, supondrían un serio problema para lograr que los países del entorno apoyen sus aspiraciones secesionistas. Asimismo, si se confirman estas sospechas, se debilitaría el papel de Puigdemont en el movimiento independentista.

La guerra en Ucrania ha puesto sobre el tapete las contradicciones dentro del movimiento independentista entre el principio genérico a la autodeterminación y la cruda realidad de su ejercicio en el ámbito de las relaciones internacionales.

El Viejo Topo – revista nº 412 (mayo 2022)