La inmersión no respeta los derechos lingüísticos, favorece un mayor fracaso escolar de los castellanohablantes, no garantiza el correcto aprendizaje del castellano de los jóvenes catalanohablantes (las pruebas PISA se hacen solo en catalán) y choca con la Catalunya bilingüe que todos queremos.
El Periódico (25.04.2018)