Archivos del Autor: Félix Ovejero

Democracia, ¡cómo te queremos!

Democracia, ¡cómo te queremos!

Las elecciones francesas confirmarían la crisis de la democracia liberal. No podemos ignorar sus achaques. La autocomplacencia es la peor disposición para abordar racionalmente los problemas colectivos.

Cuando los resultados no gustan, aparecen los cordones sanitarios y nos olvidamos de la consigna, tantas veces repetida durante meses en España: debe gobernar el que más votos obtenga. Mejor Macron, el último, muy último, si le descontamos los votos prestados. Las elecciones francesas confirmarían la crisis de la democracia liberal. Nada nuevo. Cada 50 años, con la regularidad de las estaciones, una oleada de literatura recuerda sus achaques. Hace 100 años (Ortega, Pareto, Michels, Weber, Schmitt, Kelsen), hace 50 (Crozier, Huntington. Watanuki, Pateman) y también ahora mismo. La ola bibliografía más reciente la ha inventariado Emmanuel Todd, sociólogo serio por demógrafo, en su imprescindible La derrota de Occidente. Con una tesis coincidente: la democracia presenta problemas. Montones de libros. Y eso que no incluía uno de los mejores, el de Adam Przeworski, La crisis de la democracia.

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¡Dejen de respetar al pueblo!

¡Dejen de respetar al pueblo!

Mimetizarse con los ciudadanos, atendiendo a sus querencias inmediatas, incluidas las más primitivas, refuerza una extendida confusión, entre votos y calidad de las ideas, con graves implicaciones políticas

Una derrota electoral no equivale a una derrota de las ideas. Lo sabemos todos, incluidos los políticos. Sin embargo, cuando les vienen mal dadas, acatan la tópica cursilería circulante al explicar o justificar sus derrotas, comenzando por la más desastrada de todas: «no hemos escuchado la voz de los ciudadanos (el pueblo, los votantes, etc.)». Una chatarra reforzada no pocas veces con la tramposa metáfora espacial que conduce a delirios como uno que escuché en la radio al día siguiente de las elecciones: «extrema derecha moderada» (les confieso que estaba esperando un remate «…de centro izquierda»). Y, claro, para complacer a todos, y no molestar a nadie, no dicen nada. Perdón, hablan de eficacia, honradez. Y de cumplir la ley. Gestionan. Hasta se muestran orgullosos de la falta de ideología.

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El ‘apaciguamiento’, segunda temporada

El ‘apaciguamiento’, segunda temporada

La derrota del nacionalismo es la de sus empeños y propuestas. Algo parecido a lo que sucedió con el racismo: sus ideas arrumbadas y sus defensores con la cabeza gacha. Nada de eso sucede en el País Vasco y Cataluña.

Como en una saga cinematográfica, ya tenemos nueva entrega del relato «Zapatero acabó con ETA»: «Sánchez y su apaciguamiento han terminado con el procés». Según costumbre en una gran producción, antes del estreno se multiplican los elogios. Los augures compiten a ver quién muestra mayor fervor. No sé si, como en el cine, engrasados por las productoras. Según nos cuentan, hemos ganado. Y sí, la goleada ha sido de escándalo. En nuestra portería.

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Por favor, no más soluciones creativas

Por favor, no más soluciones creativas

En España el problema territorial está en el origen de casi todas las «soluciones creativas», que consisten en cebar el problema: la independencia o algo a cambio, que es un paso hacia la independencia

Hace unos años, Fernando Savater, a cuenta de reuniones entre periodistas, recordaba que «se le daban muchas e inteligentes vueltas a la cuestión, a veces hasta llegar a lo que parecía un callejón sin salida». Entonces mi añorado amigo Javier Pradera carraspeaba: «Bueno, a ver qué se nos ocurre, pero nada de decir que debe buscarse una solución imaginativa». Por lo que parece, nada ha cambiado, solo la recalificación: «Soluciones creativas». En el fondo, lo mismo: mampostería para orillar la dureza de los problemas reales.

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Cuando los chamanes mandan en la Universidad

Cuando los chamanes mandan en la Universidad

La libertad para pensar empeora en la Universidad día a día

La libertad para pensar empeora en la Universidad día a día. Un estudio reciente en EE. UU. mostró que “Los académicos que adoptan una postura impopular y se enfrentan a peticiones de sanciones son posteriormente menos citados, incluso por sus trabajos anteriores” (“How ‘Free’ is Free Speech in Academia?”, SSRN, 2024). Un auténtico borrado estalinista. Conocido el coraje del gremio, resulta previsible el resultado: acatemos lo que manden.

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