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Los sueños de octubre
El autor subraya que, tres años después del 1-O, Pedro Sánchez ha levantado el telón de la ficción de la unidad constitucional, mientras se aparta al Rey de Cataluña y los independentistas imponen su relato
El 3 octubre de 2017 a las ocho y media de la tarde tomaba un avión desde Sevilla hacia Barcelona. Pocas horas antes el Rey había anunciado un discurso para las nueve de la noche y durante la tarde me temí lo peor, otra dosis de cháchara complaciente con el delito y la mezquindad. Ya saben: pocas menciones a la ley y mucha cochambre palabrera alterando el sentido recto de los conceptos (pluralidad, diálogo, etc). Al aterrizar en Barcelona y conectar el teléfono, en un mensaje, bromeando, un amigo me preguntaba si yo era el autor del discurso. No, no lo había escrito pero, naturalmente, lo firmaba. Lo firmaba como firmo la Constitución: no incluía todo lo que yo hubiera dicho, pero casi todo lo que incluía lo hubiera dicho. Aquella noche llegué con dificultades a casa, caminando a través de una ciudad vandalizada por las escuadras del nacionalismo con la complacencia de su alcaldesa. Pero nada me quitaba la sonrisa de la cara. Como en el poema de Gil de Biedma, algo ya comenzado no admitiría espera. Había razones para la esperanza.
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