Igualdad y ley común
«La amnistía no es otra cosa que la instauración de una ley especial para una oligarquía dirigente. Desde una perspectiva democrática, supone un privilegio inaceptable. Si el enfoque además es de izquierdas, orientado a la emancipación de todos los seres humanos, el enjuague resulta aún más lacerante»
Cuando la palabra de los responsables públicos no vale nada, porque ni informa ni obliga, no es posible ni la discusión ni el debate democrático, ni la rendición de cuentas ante los ciudadanos: el ruido y la descalificación sustituyen la argumentación y el intercambio de ideas, y el espacio público se convierte en un circo estéril del que los ciudadanos tienden, comprensiblemente, a alejarse. Y cuando la ley no es tal, porque no está hecha en las instituciones de todos sino en pasillos y conciliábulos de los que no se rinde cuentas; o porque no se aplica a todos sino sólo a los que no tienen medios para escapar de ella; o porque no es la expresión del interés general sino que esconde un tráfico opaco e inconfesable de influencias de unos y de otros para hacer valer prebendas y favores; entonces se erosiona la democracia, en favor de un sistema político basado en los privilegios que en España resulta tristemente conocido por el nombre de ‘caciquismo’, al que no esperábamos volver de la mano de uno de los partidos que surgieron precisamente para hacerle frente, a finales del siglo XIX.
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