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Un discurso capcioso sobre la inmigración
Ciertamente la inmigración puede tener un impacto correctivo sobre nuestra envejecida pirámide de población, pero tal modificación solo tendría un efecto positivo sobre la sociedad y sobre la economía si las tasas de desempleo se mantuviesen en niveles moderados, de ajuste estructural; pero mientras estas conserven los desmedidos niveles actuales, abogar por la entrada masiva de inmigrantes no se puede hacer desde la necesidad ni siquiera de la conveniencia económica, a no ser que seamos adictos al neoliberalismo económico y consideremos algo positivo incrementar el ejército de reserva. Desde cualquier otra óptica, para justificar la inmigración hay que recurrir a la ética, a la solidaridad, a los sentimientos humanitarios, a la generosidad, incluso a la justicia, con el límite que cada uno esté dispuesto a poner, puesto que no caben las demagogias o el buenismo, especialmente cuando el coste va a recaer sobre los demás. Particularmente, los líderes de los partidos de izquierdas deberían ser realistas y conocer hasta dónde están dispuestos a llegar en su altruismo, sus seguidores y votantes, sobre todo aquellos que pertenecen a las clases bajas, y no dejarse llevar por el voluntarismo o por su afán de alardear de un falso progresismo. De lo contrario, la reacción social puede conducirnos a consecuencias muy negativas.
República (30.08.2018)