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Miénteme (con muchos números) y dime que me quieres
El autor subraya que mal podían planificar nuestros dirigentes ante la grave crisis cuando ni siquiera tenían un mapa de la situación, los datos básicos
Naturalmente, un gobierno sin afán de verdad no tenía problemas para cebar nuestra fantasía con ilusión de rigor, con esas invocaciones a “la ciencia”, que ya por su simple construcción sintáctica confirmaban su ignorancia acerca de en qué consiste la ciencia. Decían saber e iban a ciegas. Mal podían planificar cuando ni siquiera tenían un mapa de la situación, los datos básicos. Aunque, bien es verdad, una parte de la culpa no era suya sino de un sistema autonómico incapaz de compartir el historial clínico de sus ciudadanos y en el que cambiar de comunidad es como cambiar de país.
Las predicciones resultan complicadas. Pero nosotros nos resistimos a aceptarlo. Uno de los premios Nobel de Economía más indiscutidos, Kenneth Arrow, ilustraba esas dos circunstancias con su experiencia como meteorólogo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando quiso convencer a sus superiores de la inutilidad de sus informes: “Los estadísticos que había entre nosotros verificaron las previsiones y descubrieron que no diferían del azar. Los propios encargados de preparar los pronósticos estaban convencidos de tal extremo y pidieron que dejaran de hacerse. La respuesta decía aproximadamente lo siguiente: “El general en jefe es consciente de la inutilidad de las previsiones meteorológicas. Sin embargo, las necesita por motivos de planificación”.
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