Hay políticas lingüísticas indefendibles desde la igualdad pero que encuentran fervorosos cruzados en organizaciones que se presentan como progresistas y de izquierdas
Ha vuelto a suceder. Con ocasión del uso de las lenguas cooficiales en el Congreso, ha circulado otra vez la calderilla de la diversidad: falsedades empíricas (nuestra singular diversidad), palabrería tramposa (lengua propia, normalización) y maltrato conceptual (igualdad, libertad, discriminación positiva). Un montón de baratijas que nadie se molesta en razonar y con una única función: justificar que en un país con una lengua común se discrimine a los usuarios exclusivos de esa lengua. Políticas indefendibles desde la igualdad pero que encuentran fervorosos cruzados en organizaciones que se presentan como progresistas y de izquierdas.