El impacto no acaba con el atentado, su onda expansiva atraviesa generaciones. Y en las víctimas es una constante el combate contra el odio y la venganza.
Gerry Adams, dirigente histórico del Sinn Féin, escribe en su ‘Autobiografía’: «Matar puede ser o no correcto, pero a veces es necesario». La hechura de la necesidad para justificar la aniquilación de vidas es una constante en las mentes asesinas. Sobre la violencia de esa índole hay abundante literatura, académica, testimonial y de ficción.
La lógica de la psicopolítica prefiere el camino contrario, el de la balcanización o micronización, muy sensible a la tentación del victimismo. Este recorrido se agrava con el recurso ya citado al esquema binario. El resultado es el maniqueísmo de izquierda o campismo, que es la contribución de este campo ideológico al fenómeno extendido de la polarización de que se ocupa el apartado siguiente.
Guillermo del Valle presentó ayer en la Biblioteca Jovellanos de Gijón su obra, ‘La Izquierda traicionada’ una reflexión para reconciliar al socialismo democrático con España’, con la presencia del ex presidente del Principado Juan Luis Rodríguez-Vigil y el sindicalista Jose Antonio García Casal ‘Pity’, históricos socialistas críticos con la deriva del partido.
Pero el camino no podrá desbrozarse si, a la vez que se denuncian los crímenes de Hamás, los defensores de Israel no asumen una responsabilidad por las víctimas causadas por la antigua víctima y empujan la solución de los dos estados y la imprescindible descolonización de los territorios ocupados, esa reminiscencia anacrónica del colonialismo. La dignidad no puede ser patrimonializada y las doctrinas que definen ciertas vidas como “vidas indignas de ser vividas” deben ser condenadas en términos categóricos, precisamente cuando celebramos ─si cabe usar esa palabra─ el 75 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Martín Alonso. Catedrático de Filosofía de Instituto En este caso voy a empezar con una cita que ilustra bien lo que quiero decir, dice así: “Los propios teólogos debaten entre sí sobre temas divinos con espíritu de gladiadores y con odios muy fuertes acerca de la caridad”. Voy a repetir la cita: “Los propios teólogos debaten entre sí sobre temas divinos con espíritu de gladiadores y con odios muy fuertes acerca de la caridad”. Las palabras son de Luis Vives de hace cinco siglos y expresan muy bien de qué trata el fanatismo, qué es un término de origen religioso pero que hoy usamos para referirnos a cualquier conducta guiada por motivos ideológicos. Lo que caracteriza al fanatismo no es el contenido, no es que se sea de derechas o de izquierdas, religioso o laico, negacionista climático o ecologista, sino la manera de sostener las creencias.
[Recuperamos este vídeo lección magistral de nuestro miembro de ASEC/ASIC, Martín Alonso, por su lamentablemente rabiosa actualidad]
Hace falta una izquierda que proteja a quienes no tienen otro patrimonio y poder respecto a la arbitrariedad de los poderes públicos y económicos. Una izquierda que se oponga a la amnistía y a la secesión.
La primacía de los criterios particularistas sobre los valores de alcance universal e igualitario y los derechos de ciudadanía no puede tener otra consecuencia que la erosión de la democracia. Frente a la fraternidad y la solidaridad que deberían constituir valores irrenunciables para la izquierda, la reducción del espacio común desde el que defender los derechos de todos nos acerca al tribalismo.
[Artículo conjunto de Martín Alonso Zarza y de Francisco Javier Merino Pacheco]
Si el veto a El Viejo Topo hubiera venido de Vox las voces de la izquierda habrían sido unánimes; pero la izquierda woke y el nacionalismo secesionista constituyen una alianza de facto de modo que si se critica la ideología trans o el independentismo se incurre en delito de leso fascismo