Un idioma minoritario puede tener usos reprobables o despreciables, más allá de los discursos bienintencionados sobre la conservación de la diversidad lingüística, que son fáciles y agradables de suscribir. Lo cierto es que la realidad es mucho más intrincada y mucho menos complaciente. En cualquier caso, nunca las personas y sus derechos deben estar por detrás de la intención de conservar una lengua. Y en Cataluña, el alumnado castellanohablante es rehén de las políticas lingüísticas de la derecha nacionalista. Y algún día esto debe acabar, también por el bien del catalán.
El Papel (24.12.2021)