La situación económica del Barça es delicadísima, su deuda es astronómica, como consecuencia de una pésima gestión en las últimas décadas, de cuyo desastre los socios también son responsables por haberse refugiado en el autoelogio y haber consentido tantas falsas promesas por parte de los sucesivos presidentes. Lo de reelegir a un charlatán como Laporta para hacer frente a su peor momento es digno de estudio. Si las acusaciones de corrupción se demuestran, además de la posible pena de cárcel para algunos directivos, el club azulgrana puede verse castigado con el descenso a Segunda División y la imposibilidad de jugar en Europa por haber vulnerado la normativa de la UEFA. La catástrofe caería sobre el club azulgrana, que seguramente tendría que ser rescatado y privatizado. Mi antipatía hacia ese Barça no me lleva a desear que desaparezca, pero sí a que por fin se someta a una cura de humildad, para que en adelante sea solo un club, un club de fútbol, ni más ni menos.
Crónica Global (15.03.2023)