El dolor por tantos vínculos rotos, por tantas fracturas –no principalmente entre las dos riberas del Ebro como quiere el mantra, sino dentro de cada territorio, de cada barrio, de cada organización, de cada familia; por cierto de la misma manera que la práctica de los expolios como nos recuerdan Millet y compañía– y el empeño en poner fin a esta lógica perversa debería obligarnos a rescatar esa lección persistente de la historia: el atomismo étnico es profecía segura de devastación social.
Crónica Popular (19.01.2018)