La desconexión emocional con España se ha instalado en la vida cotidiana de la mitad independentista de la población catalana, mientras que la otra mitad continúa conectada aunque de modo defensivo. Todo ello en un contexto de creciente crispación.
La lista de los eufemismos con que los líderes del proceso soberanista han redefinido una serie de conceptos es larga y fecunda. Quizás la más notable sea la expresión “derecho a decidir” para substituir el derecho a la autodeterminación y eludir que Catalunya no reúne las condiciones que, según el derecho internacional, le harían acreedora de ello. Asimismo se acuñó el concepto de “elecciones plebiscitarias” completamente desconocido en la teoría y la práctica política o “proceso participativo” para caracterizar el simulacro de referéndum del 9N. Otra de estas locuciones, de resonancias orwelianas, es la llamada “desconexión” que en realidad busca esconder el término más crudo de secesión o separación escasamente atractivo para los medios nacionales e internacionales.
[Este artículo recoge el parecer de la ASEC/ASIC sobre el «proceso soberanista»]