Democracia, ¡cómo te queremos!
Las elecciones francesas confirmarían la crisis de la democracia liberal. No podemos ignorar sus achaques. La autocomplacencia es la peor disposición para abordar racionalmente los problemas colectivos.
Cuando los resultados no gustan, aparecen los cordones sanitarios y nos olvidamos de la consigna, tantas veces repetida durante meses en España: debe gobernar el que más votos obtenga. Mejor Macron, el último, muy último, si le descontamos los votos prestados. Las elecciones francesas confirmarían la crisis de la democracia liberal. Nada nuevo. Cada 50 años, con la regularidad de las estaciones, una oleada de literatura recuerda sus achaques. Hace 100 años (Ortega, Pareto, Michels, Weber, Schmitt, Kelsen), hace 50 (Crozier, Huntington. Watanuki, Pateman) y también ahora mismo. La ola bibliografía más reciente la ha inventariado Emmanuel Todd, sociólogo serio por demógrafo, en su imprescindible La derrota de Occidente. Con una tesis coincidente: la democracia presenta problemas. Montones de libros. Y eso que no incluía uno de los mejores, el de Adam Przeworski, La crisis de la democracia.
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